En mis cuadernos

En mis cuadernos encuentro tesoros que habìa olvidado, palabras que me aclararon y cosas que me pusieron de pie para siempre, por ejemplo el baùl que guardaba los cuadernos de los años cincuenta, abandonados en el desvàn de una pensiòn barata donde sobrevivì en los años anteriores a la canciòn, cuando la bronca se fue transformando en una sonrisa gracias a Dickens y a Bernard Shaw, y la risa en una carcajada felìz por las divertidas genialidades de Macedonio Fernàndez y los sofisticados juegos de Julio Cortàzar, cuando la miseria me sonaba a gloria por Blaise Cendrars y por Henry Miller, cuando abrìa al Tao Te King en cualquier parte y sabìa què rumbo tomar o si debìa quedarme quieto un rato largo, por ejemplo en la Isla de Pascua, donde pensè que si yo no me conocìa todos esos libros estaban equivocados. Nada tiene valor si uno no sabe quièn es, me dijo el pastor que andaba siempre alrededor de las cabezotas, que me ayudò tanto para que yo me conociera, entonces fueron realmente importantes Dickens y Shaw, Fernàndez y Cortàzar, Cendrars, Miller y Lao Tsè, a los que leì, estudiè y gocè todos los dìas durante el año que estuve en la isla. Toda esa gente me trajo hasta aqui, despuès de dar la vuelta al mundo por donde se me fueron sumando hombres luminosos: Krishnamurti, Borges, Garcìa Màrquez, Arreola, Paz, Cela, Fuentes, Sagàn, Cousteau, por eso puedo decìr, como Whitman, que albergo una multitud, y todos ellos estàn aqui porque yo los traje, como somos responsables de cada actitud, de cada circunstancia, entonces Agustìn tenìa razòn: ni a la verdad ni al culpable se los debe buscar afuera. Pocos estàn dispuestos a escuchar la verdad, pero todos estàn dispuestos a escuchar una historia, y a eso vine.

Facundo Cabral

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